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Una apología de las mujeres

Edited by Amanda Galán Vintimilla, Mayda Gómez Wilkinson, Tacha Hamilton, Marissa Luquette, Maxwell Marks, and Bailey Willden

Carta

Diplomatic Transcription

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ADVERTENCIA.

Sabido es que la disputa sobre preferencia ó pre-

eminencia de los sexôs, es uno de los asuntos de con-

versación más comunes en la sociedad.

Una vez que sostuve con particular calor esta

disputa , quise referir después á mis hijas quales ha-

bían sido mis principales argumentos , y les escribí

la carta que ahora doy á el público : pero de la

defensa de las mugeres pasé á notar algunos de sus

defectos, y á dar tal qual consejo sobre la crianza

de los hijos ; en una palabra , salí casi sin conocer-

lo de los límites de el tema primitivo , como suce-

de ordinariamente en las conversaciones familiares.

Ruego á mis lectoras , que disimulan esta im-

perfección y los desaliñados del estilo , en favor de

mi recta intención : y á los lectores aconsejo , que

se abstengan de críticas mordaces ó impertinentes;

pues confío no me faltarán en todo caso protectoras

que se animen á emprender mi defensa , y si cons-

piran muchas á sacudir el yugo de la preocupacion

[176]

que injustamente favorece á los hombres, bien pres-

to se verá cuán poco puede el pedantismo de los

que se llaman sabios contra la sana razón natural y

la sencilla explicación de la mugeres.

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HIJAS MIAS:

No puedo sufrir con paciencia el ridículo papel

que generalmente hacemos las mugeres en el mun-

do , una veces idolatradas como deidades y otras

despreciadas aun de hombres que tienen fama de sa-

bios. Somos queridas , aborrecidos , alabadas , vitu-

peradas, celebradas, respetadas, despreciadas, y cen-

suradas. El más ceñudo filósofo suele alegrarse al

ver una muger hermosa ; y el más despreciable pi-

saverde , después que se ha estado esmerando en

atraerse la atención de un concurso de damas , sale

de allí , y á todas , una por una, las ridiculiza : se

jacta de que ésta se muere por él , y que la otra ra-

bia porque no la ha tributado obsequios : á la seria

llama hipócrita melindrosa , á la alegre Coqueta,

á la que raciocina bachillera , y á la que como él,

solo trata de fruslerías ignorante , siéndolo él en ex-

tremo. Mas qué digo? me quejo de la injusticia de

los hombres con nuestro sexô , porque á la verdad

me sobran razones ; pero también es cierto que no-

sotras, por no saber usar de las ventajas que nos con-

cedió la naturaleza , nos hemos constituido en este

infeliz estado. Discutamos un poco, y veamos si

me fundo.

Cuando Dios crió á Eva y se la dió por com-

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pañera á Adán, estaba éste en el estado de gracia;

luego fué favor con que quiso Dios completar su

dicha. Se dexó Eva seducir por la astucia de la ser-

piente , y Adan se rindió á los ruegos de la mujer: 

 

pecáron ámbos , y ambos llevaron su castigo. Dexo

á los doctos la disputa de qual pesó mas, qual pe-

có ménos : lo cierto es que ámbos fueron senten-

ciados á muerte , ámbos arrojados del paraíso, ám-

bos quedaron sujetos á las miserias del estado de la

culpa , y á cada uno se le dió su pena particular ; al

hombre , que había de ganar el pan con el sudor de

su rostro , y á la muger , que con dolor pariria sus

hijos. El que hubiese de estar sujeta al hombre ( co-

sa que tanto nos echan en cara los preciados de

discretos ) fué una precisa conseqüencia del estado

imperfecto á que quedó reducida la naturaleza hu-

maná. Mientras duró el de gracia mandaba la razón

sin encontrar repugnancia alguna; pero al pecado se

siguió el desorden de las pasiones que causan la

variedad de pareceres , y en esta variedad y contra-

diccion no habiendo subordinación alguna, todo ha-

bia de ser precisamente disensiones , discordias y

desorden. Así que , al hombre como más robusto

y que debía ganar el pan , se le encargó la protec-

ción y defensa del otro sexô , y á esta protección

Era un género de gobierno. Pero de

esto no se arguye desigualdad , así como no argu-

yen desigualdad personal , ni esencial , las varias

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autoridades que conocemos en el mundo. Manda en

grado superior en la milicia un mero particular á

muchos Grandes que por su nacimiento y circuns-

Las distancias son muy superiores a él. En la Iglesia , en

la Toga , en todas clases sucede lo mismo ; y bien

se guardará en estos casos el superior de decir soy

más que fulano , porque mi empleo es superior.

Asignó Dios á cada sexô sus destinos, y conforme

á ellos les dotó de aquellas propiedades que les

convenian. Al hombre le dió la fuerza : á la muger

la perspicacia , y como de genio más blando y fle-

xîble , dispuso fuese su voto el segundo en las con-

sultas. Sin embargo , no se halla en ninguna parte

que prohibiese el que mandára soberanamente, pues

vemos y se han visto en todos tiempos Reynos go-

 

bernados por mugeres con mucho acierto y felicidad.

Que el mayor talento esté anexo á la mayor robus-

tez , es idea de que se reirá toda persona juiciosa;

aunque no faltan necios , que para sostener su pre-

tendida superioridad , lo defienden. Pero compáre-

se un gañan forzudo é ignorante con un hombre de

buena educacion y estudioso , aunque de comple-

xîon delicada , y se verá que si se ponen á luchar

vence el gañan ; pero si á discurrir , el estudioso.

Nos sacan á cada paso á colacion la ignorancia de

las mugeres, su veleidad , su amor á las bagatelas ,

su curiosidad , su vanidad , su falsedad , &c; sin

 

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embargo que todos sabemos que están prohibidos 

muchos libros que en nuestros tiempos han salido,

los que , siguiendo en esta parte la doctrina del

Alcoran , niegan á las mugeres la igualdad del al-

ma racional. Es ciertísimo que en el modo con que 

se discurre y habla de nuestro sexô , son comunes 

tales máxîmas , pues nos tratan muchos hombres 

ó como criaturitas destinadas únicamente á su re-

creo y á servirlos como esclavas ; ó como mons-

truos engañosos que exîsten en el mundo para rui-

na y castigo del género humano. Injusticia fuerte! 

Notable desvarío! Digan los hombres lo que quie-

ran , las almas son iguales ; y si por la mayor deli-

cadeza de los órganos , son las mugeres mas aptas

para un género de aplicacion , y los hombres por su

mayor robustez para otro , nada prueba eso contra 

nosotras , pues no es la abeja entre los volátiles mé-

nos apreciable que el buytre, aunque éste sea sin

comparacion mas grande y forzudo ; ni la oveja mé-

nos que el leon, pues miéntras éste solo se ocupa en 

destruir y devorar, sirve aquella al hombre mansa-

mente con alimento y vestido. La abeja gobierna su 

colmena y la llena de delicada miel y utilísima cera, 

miéntras el buytre anda vagueando para buscar en-

tre crueldades su pasto. Vamos claros : los vicios ó

defectos que se suelen hallar en las mugeres ya es-

tán dichos. Rara, rarísima es la que cae en aquellos 

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enormes que se encuentran en los hombres muy co-

munmente , y que son difíciles de numerar ; y por 

eso quando los robos, los asesinatos, la embriaguez, 

el juego que arruina las familias, la disolucion , el 

atrevimiento , el desprecio de las leyes , y otros de-

litos semejantes se encuentran alguna vez en las mu-

geres , causan grande horror, por ser tan agenos de

su natural. Me dirán que los amores ilícitos son tam-

bien comunes en las mugeres , y no lo negaré; pero

con dificultad se hallará una encenagada en tan tor-

pe vida, que si se llega á indagar el principio de su 

desgracia , no se encuentre haber sido los engañosos

halagos de algun malvado. Perdida ya la estima-

cion , la misma desdicha en que se ve constituida

la arrastra á seguir , las mas veces con repugnancia,

aquella mísera carrera. Me redargüirán con que es-

ta moda tan introducida del cortejo no la siguen por 

necesidad. Yo que soy ingénua, responderé con vi-

vo dolor de mi corazon que es verdad ; y por esto 

dixe al principio, que nosotras mismas , por no saber

usar de las ventajas que nos concedió la naturaleza,

nos hemos constituido en este infeliz estado. Sí , no-

sotras tenemos la culpa. Fuimos criadas para el no-

ble destino de madres respetables de familia , y es-

posas que con la afabilidad del trato ayudasen á sus

consortes á llevar la pesada carga de los cuidados

de esta vida ; y aquellas cuyo genio y circunstan-

cias separan del yugo del matrimonio están destina-

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das á conservar el buen órden en las casas de sus pa-

dres , hermanos , y parientes , pues dificilmente se

encontrará casa bien gobernada y arreglada que no 

lo sea por muger. ¿Por qué , pues , hemos de po-

ner nuestra gloria en ser celebradas de los hombres

por nuestras prendas exteriores ; y que esta mal fun-

 

dada ambicion cause tan constante rivalidad entre

nosotras , que el que se precia de político , si alaba 

á alguna en presencia de otras tiene cuidado de de-

cir mejorando lo presente? Por eso comunmente em-

piezan los hombres á obsequiar á unas censurando y 

ridiculizando á otras, valiéndose de esta tan vergon-

zosa debilidad para engañarlas. Y á tanto llega nues-

tra flaqueza, que por mas que digan los hombres que 

las mugeres solo se adornan por parecerles á ellos 

bien , es muy cierto que qualquiera pone mas cuida-

do en prenderse quando ha de presentarse en un

concurso de Señoras que quando ha de ir á donde 

no haya mas que hombres , pues no ignoran que á

estos con ménos trabajo parecen bien ; pero la pro-

pension que las mas tienen de satirizarse unas á 

otras , las hace temer su mordacidad , y esmerarse

en evitarla. Arduo empeño á la verdad , y orígen 

de infinitos males! Á este deseo de sobresalir se de-

be el luxo excesivo que consume los caudales mas 

crecidos. Infinitas , sí , infinitas conocen y lamentan 

en su corazon estas conseqüencias , y quisieran cer-

cenar sus gastos; pero ¡ó desgracia de nuestra natu-

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raleza! ( aquí hablo tanto con los hombres como

con las mugeres ) tememos mas la nota de ridículos, 

que la de viciosos , y arrebatados así del torbellino

Del mundo , pasamos la mayor parte de la vida ha-

ciendo lo que la razon condena , y no quisieramos 

hacer, y dexando de hacer lo que aprobamos y de-

seamos ; y para no parecer inconseqüentes , defend-

demos en lo exterior lo que nuestro interio conde-

  1. Ponga cada qual la mano en su pecho , y á mé-

nos que no sea alguno de aquellos ó aquellas que 

jamas pensáron , concederán que hablo la pura

verdad. 

Veamos el modo con que generalmente se crian 

las mugeres. Apenas empiezan á pronunciar y an-

dar quando ya se les habla de hermosura , de gar-

bo, y aun á muchas, por chiste, de cortejo, cuya 

doctrina suelen algunas entender ántes que la chris-

 

tiana. Aprenden á leer y escribir, y esto no todas,

pues hay en España padres tan necios, aun de aque-

llos muy preciados de caballeros , que se resisten á 

que sepan escribir sus hijas , con el pretexto de que 

seria facilitarles correspondencias amatorias. ¡ Que 

desvarío ! Como si en caso que se inclinasen á tales

veleidades les pudieran faltar Secretarios ! Conce-

damos , pues , que las mas aprendan á leer masca-

do y hacer garabatos , pero letra clara , ortografía, 

estilo , eleccion de libros…. de eso no se trata. Co-

medias á centenares , algunas novelas y tal qual 

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vida de Santo , este es el cúmulo de su erudicion.

Aprenden en su primera edad aquellas labores mu-

geriles que en todas y en qualquiera clase parecen 

bien en todos tiempos , pero generalmente es como 

por tarea y de mala gana , acostumbrándose sus oi-

dos muy temprano á conversaciones en que se tratan 

las tareas domésticas de las mugeres como asuntos

solo dignos de espíritus apocados , ó de personas

de ménos que mediana esfera ; y al mismo tiempo

oyen celebrar el buen gusto en el vestir de ésta , lo

que lució aquella en el bayle , y los corazones que

estotra arrastra por donde quiera que pasa. 

Llega á un pueblo una forastera y oye que lo 

primero que se pregunta es , si es bonita , si es peti-

metra ; pero nunca si es entendida , si es juiciosa. 

Lo mas celebrará alguno su agudeza , donayre , y 

chiste , que exâminado despacio , será quizás bachi-

llería , fruslería , altivez , y descaro. Si por el con-

trario tiene algo de cortedad ó timidez , luego la 

motejan de tonta. Bueno es un cierto despejo en el 

modo de presentarse y hablar; pero esto se adquie-

re con el trato de gentes y el tiempo , y no tendré

por tonta á una Señorita de poca edad que se turbe

al encontrarse con gente que no acostumbra tratar. 

Con gusto leí en Feijoo que nunca hizo buen con-

cepto de muchacho en quien advirtió frente muy

osada. Y si de los muchachos se dice esto, ¿qué di-

rémos de nuestro sexô cuyo amable carácter es la

 

Miscellaneous Works by Inés Joyes y Blake

Posted

19 May 2022

Last Updated

14 June 2022