Coloquio de Don Juan y Lisardo
Edited by Waverly Maughan and Kelan Combe
Coloquio
LISARDO:
Perdona, amigo Don Juan,
que a estas horas a tu casa
vengo a darte el bienvenido
que no ha sido la tardanza
descuido de mi cariño,
sino fuerza de la escasa
fortuna que me persigue,
impidiéndome que salga
de día donde me vean
que es fuerza que retirada
mi persona esté unos días.
DON JUAN:
Cierto Lisardo que hallaba
mucho menos tus favores,
pero ahora nuevas ansias
entran mis dudas y así
me rescate mis instancias,
que me digas la ocasión
que has tenido, porque salga
mi corazón de la pena
que el recelo le adelanta.
LISARDO:
No dejaré de contar,
amigo, lo que me pasa,
pero primero deseo
saber cómo en tu jornada
te ha ido y si de aquel pleito
han quedado ya ajustadas
del todo las dependencias.
DON JUAN:
Ya quedaron acabadas
las fatigas del litigio,
pero ahora es más tirana
y más fuerte pretensión
la que solicita el alma.
LISARDO:
Pues decídmela por Dios,
que ya sabéis que fiarla
podéis de mí.
DON JUAN:
Así es verdad,
pero primero me llama
mi obligación a saber
por qué estando retirada
vuestra persona, sin duda
será lance de importancia
y por si puedo serviros,
os pide mi confianza
me refiráis el suceso,
pues sabéis bien que mi espada
y persona la[s] tendréis
para serviros en cuantas
ocasiones se ofrecieren.
LISARDO:
Siempre en esa confianza
corresponde mi atención,
aunque no en nombre de paga
a las honras que os merezco,
y así acortando palabras
referiré de mis penas,
las tiranas circunstancias.((Aquí “Relaçion de hombre.” está escrito en el manuscrito, pero se omite en la edición porque no añade nada a la obra.))
Digo pues, Don Juan amigo,
que saliendo una mañana
de éstas, que el abril convida
en nuestra fértil estancia
con las flores que producen
lo frondoso de las plantas,
que en lo fragante publican
de los ámbares que exhalan,
que en este país las flores
es donde mejor se hallan,
vagué a la hermosa ribera
del Turia((El río que corre al norte de Valencia)) que en tersa planta
enriquecen sus cristales
a las frondosas campañas.
Paseando por la orilla,
divertía mi esperanza
aquel ocio en que vivía
mi libertad sin las ansias
ni cuidados del amor,
pero ¡ay de mí! que se engaña
el que piensa inadvertido
que para que entre en el alma
necesita de más tiempo
ni de otra circunstancia
que un leve acaso y sino.
Dígalo mi confianza,
que pensando que el despejo
de mi condición bizarra
del amor triunfar podría
las astucias y acechanzas.
Quedó burlado mi orgullo,
pues a su imperio se halla
tributario el albedrío
y en fuerte prisión las ansias.
Pues para ser más activa
la herida, puso en la aljaba
para el blanco de mi pecho
la airoso de una tapada
hermosura, que aunque el manto
avaro la recataba,
pude colegir atento
en la discreción que hablaba,
que quien el alma tenía
tan bella, la acompañaba
al cuerpo la perfección,
que es opinión temeraria
y grosera la que niega
a la hermosura esta gracia.
Fui siguiendo de sus huellas
la breve seña que estampa
en la arena, y al llegar
a subir por la calzada,
vi que miraban dos hombres
con cuidado, y repara
la embozada que me dijo,((La siguiente escena es muy parecida a la primera escena de La dama duende de Pedro Calderón de la Barca en que Don Luis y Rodrigo persiguen a doña Ángela y don Manuel los detiene.))
mirase que la importaba
a su honor, no la siguieran
ni vieran dónde llegaba,
que a una distancia harto corta
la esperaban sus criadas.
Obedecí su precepto
y primero con palabras
cortesanas procuré
detenerles, mas con ansia
quisieron seguir su intento,
y viendo aquella arrogancia,
se apuraron mis enojos
y airado, saqué la espada.
Reñí y fue tanta mi dicha,
mas mal digo, mi desgracia,
pues este ha sido el motivo
y de mis penas la causa
que a los primeros encuentros
con que diestro batallaba,
oigo que el uno decía,
y ha desangrado a mis plantas,
<<¡muerto soy!>> y que cobarde,
el otro volvió la espalda,((el manuscrito dice espalda, pero depende del contexto la palabra podría ser espada también, i.e. que volvió la espada a su vaina. Decidimos seguir al manuscrito))
viendo pues que a mi valor
nada que hacer le quedaba.
Acudió mi obligación
a buscar aquella dama,
que del susto y el pesar,
en brazos de una criada
entre mortales congojas
estaba, tan desmayada
que la temieron difunta
mis recelos, porque estaban
de sus soberanos soles
las luces muy apagadas.
Y como suele la rosa,
que es reina de la campaña,
al madrugar de la aurora,
descoger la hermosa gala
de tanta púrpura ardiente,
tanto rubí y esmeralda,
y que el rocío envidioso
solicita con su saña
marchitar de aquella pompa
tanta lucida fragancia;
así al verla, reparé
a mi divina tapada,
que las lágrimas que fueron
más ricas que las del alba
al bajar por las mejillas,
las destiñeron el nácar.((Quitaron el colo dela capa interior y reluciente de la concha de un molusco))
Cobrando un poco el aliento,
<<si tu valor no me ampara>>,
dijo, <<mi vida peligra,
pues muere el honor y fama
de una mujer principal
tanto como desgraciada,
mi hermano>>, mas ya no pudo
proseguir, que las palabras
otra vez del sentimiento
se quedaron embargadas.
Aquí don Juan, te prometo
que quedaron tan turbadas
mis potencias y sentidos
que el corazón con las ansias
en que fluctuaba el pecho
dudoso, titubeaba
como hallaría remedio
y el remedio embarazaba,
pero en tantas confusiones,
el valor me dio la traza.
Pues cual otro, fuerte Alcides,((Otro nombre para Hércules))
en mis brazos sustentaba
de aquella hermosura el cielo,
pero aquí es fuerza que haga
digresión, porque al oír
mis extremos, cosa es clara,
habréis pensado que es ésta
de mis pesares la causa.
Pues no amigo, que a mayor
extremo de penas pasan
mis cuidados y desvelos,
y así sabed que con ansia
mi solicitud busco,
un jardín de los que estaban
más cerca de la Alameda,((El parque Alameda se encuentra en Sevilla y tiene fama por ser el jardín público más antiguo de Europa, fundado en 1574))
que allí sucedió la rara
historia que he referido,
y entrándome por la casa
para ver si hallar podía
quien diera a tanta desgracia,
si no a mi dolor remedio,
algún alivio a la dama.
Aquí es pues donde te buscan
con más atención mis ansias,
porque en el jardín que he dicho
reparé, que unas guirnaldas
hermosamente tejía
sobre un catre de esmeraldas
la mejor Venus de Chipre.((Venus es la diosa de amor, belleza y sexo, y se creía que su hogar fue la isla griega de Chipre. La llegada de Venus a Chipre se representa en el cuadro famoso El nacimiento de Venus por Botticelli.))
Para coronar hazañas
y trofeos del amor
de las flores que brotaban
al reflejo de sus soles
ufanamente las plantas,
turbado llegué a sus pies
y dije, <<En belleza, tanta
fuerza es que encuentre piedad
un hombre que le amenaza
con rigores la justicia,
porque la suerte tirana
ha querido que a sus manos
un infeliz pagara
de un osado atrevimiento
la grosería pesada.
Y así, divina Deidad,
permite sean las aras
de tu soberano templo
asilo de mi desgracia
y aunque sea indigno el ruego
de merecer dicha tanta,
muévate el ver la difunta
belleza que ya sin alma
traigo en mis brazos que son
sepulcro donde descansa.>>
Al ver la triste tragedia,
compasiva se levanta
y llamando con cuidado
a sus damas, cuerda manda
que me lleven a un retrete((“Cuarto pequeño en la casa o habitación, destinado para retirarse.” -Real Academia Española))
diciendo, <<tan lastimada
me tienen vuestros sucesos
y los de esa triste, infausta((desgraciada; infeliz))
belleza, que sin temor
podréis estar mientras pasa
esa luminar antorcha
a mostrar sus luces claras
a otro hemisferio, pues quiso
en tan deshecha borrasca((Tormenta; tempestad))
conduciros la fortuna
a tomar puerto en mi casa>>.
Llegó la noche que en densas
oscuras nubes y pardas
de la lobreguez hacía
ostentación más bizarra,
y mandando que saliera
del retrete a donde estaba,
dijo, <<Ya está el coche puesto,
y mirad donde esta dama
queréis llevar, que yo hiciera
la piedad más dilatada,
si no, es que temo que ya
es hora que vuelva a casa
mi padre que a una quinta
se ha salido esta mañana.>>
Yo entonces, agradecido
a tanto favor, no hallaba
ni palabras que decirla
ni razones que expresarla,
y así le dejé al silencio
la elocuencia de mis ansias.
Fuime, mas quedó en el huerto
todo el corazón y el alma
que en amorosos incendios
iba creciendo la llama.
Pues mi noble obligación
en dos afectos se hallaba--
mi atención a lo piadoso,
mi pasión a aquella rara
hermosura peregrina,
que ahora omito el pintarla
por no hacer la relación
más prolija ni más larga.
Dejé en casa de mi tío
don Pedro aquella tapada,
que hasta entonces ignoré
quien era, que aunque la cara
pude ver, no conocí
porque estaban muy turbadas
mis potencias, mas después
porque fuera mi desgracia
más infeliz, he sabido
que era del difunto hermana,
la del huerto que ya es
imán de mis esperanzas.
Quejosa o celosa, en fin,
del homicidio a mis ansias
no ha querido dar oído
por más que en vivas instancias
en mi ya rendido afecto
amante solicitaba.
Esta mi nueva pasión;
ha sido amigo la causa,
para que yo de Valencia
a prisa no me ausentara
y retirado en el Carmen((El convento del Carmen en Valencia.))
estoy hasta que ajustadas
queden tantas confusiones,
congojas, penas, desgracias,
sobresaltos y fatigas
como a mi vida amenazan.
DON JUAN:
Con atención he escuchado
vuestra relación y es tanta
la pena que me ha causado
que sobre, que está mi alma
padeciendo el más cruel
tormento y la más extraña
confusión de pesadumbres.
Para sentir la desgracia
que os sucede da a la pena
licencia más dilatada
el amor que ponga remedio
y serene la borrasca
de tantas tribulaciones.
LISARDO:
Vuelvo a repetir las gracias
por tanto favor. Y ahora
mirad que impaciente aguarda
mi atención el que digáis
la tragedia que con tanta
tristeza os tiene suspenso.
DON JUAN:
Pues escuchadla,
para que veas, Lisardo,
que también son mis sucesos
extraños como los tuyos,
estáme este rato atento.
Pues si oyes mis pesares,
yo sé que tendrás consuelo,
porque verás, no eres solo
en quien el tirano seño
airado de la fortuna
muestra lo vario y soberbio,
haciendo en breves instantes,
con el veloz movimiento
de su rueda, desdichado
al más feliz, porque en esto
tiene el infeliz alivio
y el que es feliz escarmiento,
Que yo como experimentado,
hablo en mis propios ejemplos.
Pues me veo tan mudado
que del uno al otro extremo
se han pasado mis cuidados,
creyendo amigo, y es cierto,
que se ha querido vengar
Amor((Cupido)) de aquellos despegos
de mi altiva condición,
y así se ha valido diestro
de un acaso muy extraño
para que su prisionero
fuese y rindiese mis ansias
a las leyes de su imperio.
Vos por lo menos tenéis
aunque en tantos desconsuelos
el alivio de poder
ver a vuestro hermoso dueño,
pero mi pena es de suerte
tan tirana que no tengo,
por más que el pecho se abraza,
modo de aliviar el fuego.
Qué bien dijiste <<¡Ay de mí!>>,
que Amor para hacerse dueño
del corazón en muy poca
ocasión logra su intento,
pues a mí en una ilusión,
una sombra en bosquejo,
me tiene ya tan postrado,
que avasallado lo cuerdo,
no le vale a la razón
el que vaya previniendo
remedios para el peligro,
porque como está ya ciego
el discurso, arrastra al alma
engañada del afecto
donde guia la pasión,
y así sin mirar los riesgos,
ella en fin es la que más
solicita su tormento.
Ya sabréis que aficionado
soy a la caza, que en esto
ha entretenido gustoso
algunos días el tiempo.
Y aunque en Madrid ocupado
me tenía tanto el pleito,
no dejó de darme treguas
para que al divertimento
de este ejercicio, una tarde
con un amigo (que es cierto
le debí muchas finezas,
porque a más de los cortejos((favores o regalos))
que en Madrid le merecí,
a un lugarcito pequeño
que tiene junto Aranjuez((una ciudad que se encuentra a unos 50 kilómetros al sur de Madrid que tenía un palacio dedicado a ser un pabellón de caza)),
me llevó, porque mi esfuerzo
lograse, en el jabalí((un especie de puerco, típicamente salvaje. en inglés, wild boar))
y en el venado ligero,
la destreza del venablo((un tipo de dardo o lanza corta que se puede tirar fácilmente))
y del plomo los aciertos),
a divertirme salí
logrando mi altivo anhelo
a las alas por despojos
y a las testas por trofeo.
Estaba ya algo cansado,
porque los rayos de Febo((otro nombre para Apolo, el dios del sol))
fomentaban el calor,
y así busqué un arroyuelo
para aliviar el cansancio
que hizo la sed más molesto.
Halléle para mi mal;
pero aquí es donde quiero
y pido vuestra atención,
para que veáis que es cierto
lo que os dije, que fue raro
el modo del vencimiento.
Apenas pues, al cristal
puse el labio, cuando advierto
sobre un césped de esmeraldas
el más divino portento
de hermosura y perfección
en un retrato pequeño,
y porque más admirase
del sabio pincel lo diestro
en aquel tan breve espacio,
vi copiado todo el cielo.
Tomé el hermoso milagro,
y como suele el veneno
entorpecer por la caña
que tiene, asido el anzuelo
al pescador y la pena
misma que le causa al pecho
le suspende las acciones
y le embarga el movimiento,
que aunque conoce el peligro
no puede apartarse al riesgo.
Así mismo sucedió
a mi pasión, que al momento
que miró la soberana
belleza, quedó suspenso
el corazón, sin saber
en los contrarios afectos
qué iba labrando el amor
en lo interior con incendios,
que dudaba temeroso
y recelaba temiendo
si era más pena el mirar
el retrato o más tormento
no verle, y así indecisos
estuvieron mucho tiempo
mis sentidos hasta que
más cobrados los alientos,
hablando con mi aflicción,
así prorrumpió el deseo,
Muda beldad que solo imaginada
arrebatas tras ti tanto albedrío,
¿cómo podré yo redimir el mio,
cuándo me le robaste aún ignorada?
Si aún en toscos colores dibujada
muestra tu hermosa copia tanto brío,
¿cuán superior será tu señorío
en tu original mismo contemplada?
¿Cómo -di- de un trofeo a otro trofeo
con tal poder tus luces autorizas,
que aunque sin alma te contemplo, veo
que aún más que viva con tu vista hechizas?
Mas ¡ay de mí! que puedes vivir creo
con tantas almas como tiranizas.
Volvimos pues a la corte,((la corte = Madrid)).
pero amigo te prometo
que me vi tan otro que
me desconocí a mi mesmo,((Mantenemos la ortografía anticuada por la rima.))
porque toda la alegría
de mi natural se ha vuelto
en vanas melancolías
y tristes desabrimientos.
Pues mis ojos ya no gustan
tener sino este objeto
para entretener la vista,
en cuyo suave embeleso
hacen lisonja el suspiro
y el llanto merecimiento.
El breve rato que pagan
lo que le deben al sueño,
en la triste fantasía,
se la finge el pensamiento.
Cuando las luces me faltan
para ver su hermoso cielo,
está desabrido el gusto,
porque solo es el veneno
que ha introducido la vista
sabroso mantenimiento.
En fin amigo, no soy
el que solía, y confieso
que en solo la soledad
encuentro algo de consuelo,
porque no puedo vivir
sino es el rato que quedo
a solas con mi dolor,
idolatrando el perfecto
simulacro de mi amor,
en cuyas aras al fuego
de mi encedido volcán
arde en sacrificio el pecho.
Y por ver si a mi esperanza
le podría hallar un medio,
porque en la desconfianza
se aumentan más los recelos,
no ha perdonado el cuidado,
fatigas, ansias, desvelos,
buscando el original
de aquel divino portento,
pero es tanta mi desgracia
y es mi hado tan adverso
que no he podido encontrar
para templar el tormento,
seña, noticia, ni indicio;
con que quedan mis anhelos,
con este nuevo cuidado,
con mayores sentimientos.
Y así me he venido, amigo,
determinado y resuelto
de trasegar((mover desde un lado al otro; revolver)) esos mares,
de buscar reinos ajenos
y todas cuantas provincias
doran los rubios cabellos
de ese farol luminoso,
y hasta el más remoto centro,
lóbrego caos de la tierra,
porque si no mis alientos
en repetidas congojas
desmayan. Pues ya no puedo
vivir si el cielo piadoso
al ver lo que padeciendo
estoy no les da a mi pena
en el hallazgo remedio.
LISARDO:
Siento, don Juan, has debido,
que ha estado mi corazón
pendiente de la atención,
todo aplicado al oído,
y siento mucho el cuidado
que aflige tu pensamiento,
pero siempre el sufrimiento
tiene mucho adelantado
para triunfar y vencer
de lado cualquier fortuna.
DON JUAN:
No espero, amigo, ninguna
ni pienso poder tener
alivio en mi ciego amor,
porque como va creciendo
el fuego, más va encendiendo
con la llama mi dolor.
LISARDO:
Todo el tiempo lo mejora
y fío que piadoso el cielo
dará a tanto mal consuelo,
mas ya parece que es hora
para volverme al convento
a mi retiro a morir,
y así para poderme ir
la licencia os pido atento.
DON JUAN:
A Dios, amigo Lisardo,
hasta volvernos a ver.
LISARDO:
A sentir y padecer
voy en el fuego en que ardo.
Fin
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Posted
3 December 2021
Last Updated
14 June 2022